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María De Las Mareas

Victor Manuel

Cuando ella nació su padre estaba embarcado,
cada tres meses, dos andaba al pescado,
su madre quiso llamarla como a la virgen,
que siempre la acompaña en su desamparo.
Si mira hacia atrás su vida todo son barcos,
hacia adelante el rumbo lo tiene claro,
se enrola con la marina y pasado un año,
se bautizó en el Juan Sebastiñan Elcano,
Detrás de los cristales brillaba Nueva York,
nadie invocó el amor en esa habitación,
nada importa que tú te llames Bruno,
yo tampoco me llamo Marisol,
cumplir los 22 bien vale un revolcón,
el uniforme vela doblado en un sillón,
poco antes de las doce está de vuelta,
el marinero 132.
Como era su cumpleaños la echan al agua,
a todos sus compañeros les hace gracia,
pero ella no se permite ni una confianza, ni un gesto ni una palabra ni una mirada,
comida por fantasías se le acelera, el pulso cuando el vigía les grita tierra,
La Habana la más mada le abre sus puertas y un mulato la invita a dar una vuelta,
Si no hay habitación la cosa es pedalerar, llegar al parque Lenin, al sur de la ciudad,
si no hay sabanas blancas esa luna, se ocupará de todo lo demás, de la tierra subía perfume de guayaba y les anochecieron las piernas enredadas,
se quitaron las yerbas de la espalda y a la vuelta ella quiso ir en la barra.
María de las Mareas vuelve a su casa,
con sus galones y en todo bien graduada, será pronto capitana de una fragata,
de su promoción la joya más codiciada.
María de las Mareas así me llaman, pisé 5 continentes y los recuerdos, son lo que son y tengo en todos los puertos, como escuché que hacían los marineros,
me aburró en la ciudad, la vida es siempre igual, si no estoy embarcada me pongo a navegar,
Buenos Aires, La Habana, Alejandría, Barcelona, Marsella o Amsterdam.
De Vigo a Nueva York, de Panmá a Estambul, de Amburgo a Copenaghe de Haifa a Veracruz, no pienso detallarles como fue, tenía sed, me dieron de beber.






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